Cada año, más de 2,3 millones de mujeres en el mundo son diagnosticadas con cáncer de mama, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Colombia, se registran cerca de 16.000 nuevos casos anuales, y solo en Bogotá, 511 diagnósticos se confirmaron durante el primer trimestre del año. Sin embargo, más allá de las cifras, esta enfermedad representa una experiencia humana profunda que va mucho más lejos del ámbito médico.
El cáncer de mama no solo desafía al cuerpo; también pone a prueba la mente, el espíritu y la capacidad de resiliencia. Desde el temor a la muerte hasta la ruptura de proyectos personales y familiares, el diagnóstico desencadena una crisis emocional que sacude la identidad de quien lo recibe. El Colegio Colombiano de Psicólogos (Colpsic), en el marco del mes rosa, resalta la importancia de abordar esta dimensión psicológica para acompañar adecuadamente a las pacientes y sus familias.
Según Támara Rosa Calvache González, subdirectora nacional del campo de Psicología Clínica de Colpsic, el impacto inicial del diagnóstico es comparable con una catástrofe emocional. “Existe una representación social muy fuerte del cáncer de mama asociada a la muerte, al sufrimiento, a la caída del cabello, a la mastectomía y a tratamientos dolorosos”, señala la experta. Esta carga simbólica convierte el diagnóstico en un evento traumático, especialmente si no existe acompañamiento emocional desde el primer momento.
El cuerpo, que antes representaba identidad, feminidad y placer, se convierte en un territorio de lucha. Para muchas mujeres, aceptar los cambios físicos y reconstruir la autoimagen es un proceso doloroso, pero necesario. A esto se suma el miedo a la pérdida de roles: el de madre, pareja, trabajadora o cuidadora. Cada uno de ellos se ve amenazado por la incertidumbre, generando sentimientos de culpa, frustración y ansiedad.
La psicología cumple un papel esencial en esta etapa, brindando herramientas para reconstruir la esperanza, resignificar la experiencia y hallar sentido en medio del dolor. “La afectación es aún mayor cuando no hay una red de apoyo sólida. No cumplir con lo que se espera de sí misma como mujer o madre puede convertirse en una carga muy pesada. Además, la dinámica de pareja puede verse afectada, generando miedo al rechazo o dificultades en la intimidad”, añade Calvache.
En los hombres, aunque los casos son menos frecuentes, el impacto psicológico también es significativo. El estigma y la falta de visibilidad de esta enfermedad en ellos intensifican el aislamiento emocional, dificultando su proceso de aceptación.
El cáncer de mama desencadena dos tipos de crisis: una vital, asociada al curso natural de la vida, y otra circunstancial, producto del evento inesperado del diagnóstico. En ambos casos, el miedo a la muerte y la pérdida de sentido son centrales. Si el diagnóstico es avanzado, se suma la necesidad de prepararse emocionalmente para la posibilidad del final, lo que requiere un acompañamiento sensible y humano.
A pesar de todo, muchas mujeres logran transformar la adversidad en fortaleza. La resiliencia, explica la psicóloga, no surge de manera espontánea, sino que se cultiva a través del apoyo psicológico especializado, redes de contención afectiva y un entorno que valide las emociones sin juzgar. Por eso, la psico-oncología se consolida como una disciplina clave en el tratamiento integral del cáncer, ya que permite acompañar no solo al cuerpo enfermo, sino al ser humano en su totalidad.
Finalmente, el mes rosa recuerda que el cáncer de mama no se vence solo en el quirófano o con medicamentos. También se supera desde la mente y el corazón, con apoyo, empatía y conciencia. Cada historia de lucha es una lección de vida, un recordatorio de que incluso en medio de la enfermedad, el espíritu humano puede encontrar nuevas formas de sanar y de seguir adelante.