Las llamadas “bebidas energéticas” se han convertido en productos de consumo habitual entre niños y adolescentes, a pesar de que su ingesta conlleva riesgos graves para la salud. El Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP) alerta sobre el peligro que representan, no solo a nivel nutricional, sino también como una amenaza directa al bienestar físico y mental de los menores.
Según la Dra. Rosaura Leis, presidenta de la Fundación Española de Nutrición y coordinadora del comité, el término “bebidas energéticas” es erróneo y confuso. Propone denominarlas correctamente como “bebidas estimulantes”, ya que contienen sustancias como cafeína, guaraná, taurina y azúcares en niveles que pueden generar efectos adversos severos, especialmente en los más jóvenes.
El contenido de estas bebidas energéticas: una mezcla peligrosa
El principal componente estimulante es la cafeína, que puede alcanzar concentraciones de entre 15 y 55 mg por cada 100 ml. Una lata de 500 ml puede contener fácilmente más cafeína que la recomendada para un niño o adolescente según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que establece un máximo de 3 mg/kg de peso corporal al día. Además, el guaraná y otras sustancias presentes aportan cafeína no siempre declarada en el etiquetado, lo que dificulta calcular la dosis real consumida.
Estas bebidas también contienen grandes cantidades de azúcar —hasta 60 gramos en una sola lata— superando ampliamente los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que contribuye al riesgo de obesidad, diabetes y otros trastornos metabólicos.
Aun en sus versiones “light” o “cero”, estas bebidas no están exentas de riesgo. La ausencia de azúcar puede generar una falsa sensación de seguridad, sin considerar los efectos de otros compuestos estimulantes presentes.
Un consumo de bebidas energéticas cada vez más temprano y frecuente
La preocupación crece debido a la baja edad de inicio en el consumo de estas bebidas. Se han documentado casos de niños que comienzan a consumirlas desde los seis años. La Encuesta ESTUDES 2023 reveló que casi uno de cada dos adolescentes entre 14 y 18 años en España ha consumido bebidas estimulantes en el último mes, y un 37,7 % de los jóvenes de 12 a 13 años también lo ha hecho.
Este patrón de consumo se agrava cuando estas bebidas se mezclan con alcohol, una práctica común entre adolescentes. Esta combinación reduce la percepción de los efectos del alcohol, promoviendo su ingesta excesiva, y suele asociarse con el consumo de otras sustancias como tabaco, cannabis o incluso drogas más duras.
Riesgos médicos y sociales: lo que debe saber el personal sanitario
El impacto de estas bebidas puede incluir desde nerviosismo e insomnio hasta alteraciones cardiovasculares, convulsiones e incluso problemas psiquiátricos y adictivos. En casos de urgencias pediátricas, los profesionales de salud deben considerar su posible consumo como una causa subyacente de ciertos síntomas. Convulsiones, trastornos del sueño, ansiedad severa o taquicardias pueden estar directamente relacionadas con su ingesta.
La Dra. Leis insiste en la importancia de que los pediatras incorporen preguntas específicas sobre estas bebidas en los controles de salud rutinarios. Estos momentos son clave para informar a las familias y generar conciencia sobre sus peligros. El consumo de bebidas estimulantes está relacionado con hábitos de vida poco saludables y un deterioro del bienestar general.
La necesidad de políticas públicas y regulación
Actualmente en España, estas bebidas se venden en los mismos puntos que refrescos comunes, lo que lleva a muchos a asumir que son igual de seguras. Sin embargo, algunos países europeos ya han comenzado a restringir su venta a menores y a regular su ubicación en los establecimientos.
En Galicia, por ejemplo, se ha propuesto una ley que limita su venta a menores de 18 años y prohíbe su distribución en eventos dirigidos a niños y adolescentes. Aunque aún no está aprobada, representa un paso importante hacia una regulación más estricta. Otras comunidades autónomas también han comenzado a mostrar interés en iniciativas similares.
La Dra. Leis concluye que este problema no se resolverá con una sola medida. Requiere un enfoque integral: cambiar el nombre de estos productos, educar a la población, capacitar a los profesionales de la salud, y establecer regulaciones claras que protejan a los menores.
La infancia y la adolescencia son etapas fundamentales del desarrollo. Permitir el consumo libre de productos que comprometen la salud en estos períodos vulnerables es una irresponsabilidad social. Una sociedad bien informada y consciente es el primer paso para proteger el futuro de las nuevas generaciones.
Fuentes utilizados:
Bebidas energéticas conllevan riesgos para la salud, especialmente a la población infantil y adolescente – Medscape – 16 de jul de 2025.