La pobreza en Colombia sigue siendo una realidad que no solo afecta el bolsillo, sino también la salud mental de millones de personas. Un reciente estudio adelantado por investigadores de la Universidad de la Sabana encendió las alarmas al confirmar que las personas en condición de pobreza tienen un 50 % más de riesgo de sufrir trastornos mentales. Se trata de una conclusión inquietante que abre la discusión sobre cómo el Estado y la sociedad enfrentan este problema que trasciende lo económico para convertirse en un desafío de salud pública.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en 2024 un 24,4 % de la población en municipios PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial) vive en situación de pobreza multidimensional, cifra que aumentó frente al 23,7 % reportado en 2023. Pero detrás de estas estadísticas se esconde una realidad más compleja: la incertidumbre, la exclusión y la violencia que deterioran la salud emocional y psicológica de quienes la padecen.
El estudio que conecta pobreza y salud mental
El trabajo académico titulado ‘La pobreza como determinante de la salud mental en Colombia: políticas gubernamentales y perspectivas’ fue liderado por un semillero de investigación en la Universidad de la Sabana. A través de la metodología scoping review, se revisaron publicaciones entre 2009 y 2024 que abordaban la relación entre pobreza y salud mental en Colombia.
De 345 documentos iniciales, se seleccionaron 26 estudios que permitieron identificar tres ejes principales: la relación directa entre pobreza y enfermedades mentales, la importancia de las intervenciones psicosociales y la influencia de las políticas públicas en este campo.
Los hallazgos muestran que la pobreza multidimensional —que incluye carencias en vivienda, educación, salud, empleo y servicios básicos— es un mejor indicador de vulnerabilidad que la pobreza monetaria. Factores como el desplazamiento forzado, la pertenencia a comunidades indígenas, la pandemia y la violencia estructural agravaron la situación de miles de colombianos, causando un mayor riesgo de depresión, ansiedad y otros trastornos psicológicos.
La voz de los expertos
Yahira Guzmán, psiquiatra y directora de investigación de la Facultad de Medicina de la Sabana, explicó que aunque en Colombia no se registran tasas de suicidio tan altas como en países industrializados, sí existe un impacto profundo de la pobreza en la estabilidad emocional.
Por su parte, Erwin Hernández, PhD en Investigación Clínica, precisó que el acceso a ingresos estables y la educación son factores protectores fundamentales. “No es lo mismo vivir en Bogotá que en el Catatumbo, donde además de la pobreza, existe una violencia armada constante”, subrayó.
Intervenciones psicosociales como herramienta de cambio
El estudio también resalta la necesidad de intervenciones que no solo atiendan síntomas, sino que promuevan el empoderamiento emocional y la resiliencia comunitaria. Programas como ALIVE, Semillas de Apego y CHANCES-6 han demostrado que es posible reducir el impacto de la pobreza en la salud mental mediante el fortalecimiento de habilidades personales, el apoyo económico y la reconstrucción de vínculos sociales.
Estas estrategias también buscan promover la autorregulación emocional y reducir el estigma, recordando que, si bien no todo es controlable, sí existen recursos internos y colectivos que ayudan a enfrentar las dificultades.
Políticas públicas: avances y retos
Colombia ha recorrido un largo camino en la construcción de marcos legales para proteger la salud mental. Desde la Ley 1616 de 2013, que la reconoció como un derecho fundamental, pasando por la Política Nacional de Salud Mental de 2018 y la Ley 2481 de 2020, hasta llegar a la más reciente Ley 2460 de 2025, que contempla acceso sin remisión a servicios psicológicos y mayor cobertura para psiquiatras.
No obstante, como señala el doctor Hernández, el reto no está en la formulación, sino en la implementación: falta inversión, supervisión y adaptación territorial para que estas medidas sean realmente efectivas en comunidades vulnerables.
La investigación de la Universidad de la Sabana concluye que la pobreza en Colombia es un determinante estructural de la salud mental y que su impacto es más severo en poblaciones expuestas a violencia, desplazamiento y exclusión. Si bien existen avances en políticas y programas, todavía falta superar las barreras de ejecución para transformar las leyes en realidades palpables.
La salud mental no puede seguir viéndose como un lujo, sino como un derecho esencial que requiere acciones integrales, donde el Estado, la academia y la sociedad trabajen en conjunto para que la pobreza no siga siendo una condena silenciosa para la mente de millones de colombianos.