La somnolencia diurna excesiva afecta a millones de personas y puede ser señal de trastornos del sueño, enfermedades médicas o efectos secundarios de medicamentos. La American Academy of Sleep Medicine advierte sobre sus graves consecuencias para la salud y llama a profesionales a evaluarla y tratarla con urgencia.
La falta de sueño no solo impacta el rendimiento diario, sino que también representa un riesgo para la seguridad y el bienestar general.
La somnolencia excesiva es un problema de salud pública que muchas veces se subestima, pese a sus profundas implicaciones clínicas y sociales. Una reciente declaración de posición de la American Academy of Sleep Medicine (AASM) resalta la importancia de considerar la somnolencia como un síntoma central no solo de trastornos del sueño, sino también de condiciones médicas, psiquiátricas y neurológicas.
La declaración insta a las y los profesionales de la salud a priorizar su evaluación y tratamiento, considerando que este síntoma puede ser un reflejo tanto de una alteración primaria del sueño como de otros problemas de salud subyacentes.
La somnolencia diurna excesiva es especialmente común en trastornos como la narcolepsia, la hipersomnia idiopática, la apnea obstructiva del sueño, el insomnio crónico, el síndrome de piernas inquietas y el trastorno del trabajo por turnos.
Sin embargo, también puede estar presente en enfermedades infecciosas, inflamatorias, neurológicas o endocrinas, así como en personas que han sufrido lesiones cerebrales o accidentes cerebrovasculares. Además, ciertos medicamentos –como benzodiazepinas, antipsicóticos, antidepresivos y antihistamínicos– pueden inducir somnolencia como efecto secundario, lo que obliga al personal médico a tener especial cuidado, sobre todo en adultos mayores o pacientes con múltiples condiciones.
Más allá del impacto clínico, la somnolencia afecta significativamente la vida diaria. Conduce a disminución del rendimiento académico y laboral, errores en el lugar de trabajo y, en casos más graves, accidentes automovilísticos. A pesar de su relevancia, muchas personas no distinguen adecuadamente entre somnolencia, fatiga y cansancio, términos que, aunque relacionados, representan condiciones distintas. Mientras la fatiga implica agotamiento físico, la somnolencia es una propensión fisiológica al sueño que puede comprometer seriamente la seguridad y el funcionamiento diario.
La doctora Indira Gurubhagavatula, coautora de la declaración, enfatiza la necesidad de que se reconozca la somnolencia como un componente clave en la evaluación médica. Por su parte, la doctora Ruth Benca, sin formar parte directa del documento, destaca que como sociedad estamos crónicamente privados de sueño, una realidad que arrastramos desde hace décadas. Advierte que los riesgos de dormir poco o sentirse somnoliento son tan graves como los del insomnio.
Detectar la causa raíz de la somnolencia sigue siendo un reto. Las pruebas diagnósticas objetivas son limitadas, y muchas veces no están disponibles en contextos clínicos comunes.
Por ello, la AASM subraya la necesidad de avanzar en la investigación para identificar biomarcadores confiables y desarrollar herramientas diagnósticas accesibles. También sugiere que la somnolencia sea incluida como un resultado medible en estudios clínicos.
Finalmente, tanto la educación médica como la del público general deben reforzarse para comprender mejor los riesgos de la somnolencia no tratada. Promover una cultura del sueño saludable es crucial para prevenir consecuencias que afectan tanto a la salud individual como a la seguridad colectiva.