¿Los tatuajes causan cáncer? Lo que dicen los estudios

Tatuajes y cáncer: lo que la ciencia sabe (y aún no sabe) sobre sus riesgos

En las últimas décadas, los tatuajes han dejado de ser una subcultura para convertirse en una forma de expresión ampliamente aceptada. Según una encuesta de Narrative Research hecha en 2024, el 31 % de los adultos canadienses tienen al menos un tatuaje. Esta tendencia es más común entre las mujeres (38 %) que entre los hombres (28 %), especialmente cuando se incluye el maquillaje permanente.

En Canadá, Estados Unidos y Europa, la edad mínima legal para tatuarse es de 18 años. A medida que su popularidad aumenta, también lo hacen las consultas médicas relacionadas con los riesgos que conlleva tatuarse, particularmente aquellos a largo plazo, como el posible vínculo con el cáncer. Aunque este análisis se centra en el contexto canadiense, sus implicaciones pueden aplicarse globalmente.

Una de las preguntas más comunes entre pacientes es si la introducción de tintas en la piel puede tener efectos cancerígenos a largo plazo. Aunque los tatuajes existen desde hace siglos, los estudios sobre sus riesgos oncológicos siguen siendo limitados. Se han documentado casos de tumores en zonas tatuadas, pero no está claro si existe una relación causal. Estudiar este vínculo no es sencillo: hay una enorme variedad de tintas en el mercado, cada una con composiciones químicas distintas, y los tatuajes suelen contener múltiples colores. Además, factores como el tamaño del tatuaje, el número de tatuajes y hábitos de vida como el tabaquismo o el consumo de alcohol complican aún más el análisis epidemiológico.

En cuanto a la regulación, Health Canada mantiene una lista de sustancias prohibidas en tintas de tatuajes, que incluye agentes mutágenos, carcinógenos, irritantes y sensibilizantes. También hecha con controles de calidad para detectar contaminantes como metales pesados o microorganismos. La Unión Europea sigue una línea similar, mientras que en Estados Unidos, la FDA no aprueba las tintas antes de su comercialización y solo actúa si se notifican efectos adversos. Un estudio reciente en EE. UU. reveló que el 83 % de las tintas analizadas tenían errores de etiquetado, lo que indica una falta de transparencia preocupante.

Las tintas no orgánicas pueden contener metales como cadmio, plomo, mercurio, cobalto o cromo, todos ellos conocidos o posibles carcinógenos. Los pigmentos azoicos, también comunes, pueden descomponerse en aminas aromáticas, compuestos con efectos cancerígenos demostrados. Incluso las tintas ecológicas, aunque más seguras, tienden a desvanecerse antes por no contener estabilizantes químicos.

Respecto al riesgo de cáncer, la mayoría de los estudios se han centrado en los linfomas, ya que se ha comprobado que los pigmentos tatuados migran hacia los ganglios linfáticos. Allí, podrían provocar inflamación crónica y procesos carcinogénicos. Algunos estudios han mostrado una mayor incidencia de linfomas en personas tatuadas, especialmente en quienes tienen tatuajes grandes. Un estudio con gemelos confirmó esta relación, aunque otros estudios, como uno practicado en Canadá, no hallaron asociaciones claras, en parte porque los tatuajes eran poco comunes en la población analizada.

También se han investigado distintos tipos de cáncer de piel. Algunos estudios encontraron un riesgo elevado de carcinoma basocelular en personas con tatuajes grandes o tatuajes cosméticos, aunque otros no identificaron una asociación significativa con el carcinoma espinocelular. Otros tipos de cáncer hematológico no han mostrado correlaciones claras con los tatuajes.

Aunque los datos actuales no permiten afirmar con certeza que los tatuajes causen cáncer, sí existen indicios que justifican una mayor vigilancia e investigación. Dada la creciente popularidad de los tatuajes, es esencial que los médicos estén informados sobre los riesgos potenciales y puedan asesorar adecuadamente a sus pacientes. La regulación más estricta y la mejora en el control de calidad de las tintas también son pasos fundamentales para garantizar la seguridad a largo plazo.